viernes, 8 de octubre de 2010

El otro día por la tarde

Camino solo, hacia la parada del autobús que me llevará a casa. Podría coger el Metro, pero decido que, con el tiempo que hace, me apetece disfrutar un poco de la ciudad.

Me doy cuenta de lo bonito que es Madrid, esa ciudad por la que tantas veces paso, pero a la que suelo prestar menos atención de la que merece.

Los turistas abarrotan las calles principales, y envidio esa ilusión y ganas de descubrir reflejada en sus caras de entusiasmo. Si, hay algo mágico cuando descubres una ciudad, algo que se pierde cuando la conoces de toda la vida, pero que de forma repentina puede volver, dibujándote una sonrisa.

Al recorrer un camino que llevas haciendo tanto tiempo, cierta nostalgia te recorre el cuerpo con un escalofrío. Los momentos allí vividos se amontonan y pasan deprisa ante tus ojos, a la vez que piensas la suerte que tienes de estar allí, y de compartir ese sentimiento mágico con tanta gente al mismo tiempo. Muchos de ellos están allí por primera vez y quizá no vuelvan nunca, pero lo más seguro es que con el paso de los años sigan recordando ese preciso instante.

Sigo mi camino, el cual antes solía hacer acompañado. Cierto sentimiento de soledad me invade al pensarlo, sensación que me acompaña hasta la parada del autobús.

La de tiempo que habré pasado en un autobús... La de decisiones que he tomado pensándolas en ese medio de transporte, la de ideas que me han surgido, la de música que he escuchado...

Enciendo el mp3 y todo cobra sentido, al menos durante un rato.

///

1 comentario:

  1. ...y durante ese rato nada de lo que frió tu cerebro tiene importancia,nada que te altere, nada que te frene, nada que te toque,solo TÚ y TU CANCIÓN, y algún leve escalofrío que te recuerda por qué escuchas música cuando vas en el bus, solo por un rato...

    ResponderEliminar